Sacerdote, poeta, dramaturgo, novelista, periodista. Nació en el seno de una familia profundamente cristiana: ”Comíamos amor cada mañana, rebanadas de alma”, decía.
A los 12 años ingresó en el Seminario de Valladolid y fue ordenado sacerdote. Padecía una grave enfermedad cardíaco –renal que le obligó a estar sometido a diálisis muchos años. José Luis Martín Descalzo confesaba: “Soñé, a lo largo de mi vida, muchas cosas. Ahora sé que sólo salvaré mi existencia amando; que los únicos trozos de mi alma que habrán estado verdaderamente vivos serán aquellos que invertí en querer y ayudar a alguien. ”.
Su
testamento poético
Soneto sobre la muerte
Soneto sobre la muerte
Y entonces vio la luz. La luz que entraba
Por todas las ventanas de su
vida.
Vio que el dolor precipitó
la huida
Y entendió que la muerte ya
no estaba.
Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
Y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas;
Ver al Amor sin enigmas ni
espejos
Descansar de vivir en la
ternura;
Tener la paz, la luz, la
casa juntas
Y hallar, dejando los
dolores lejos,
La Noche-luz tras tanta
noche oscura.
Nunca podrás dolor acorralarme
Nunca podrás, dolor,
acorralarme.
Podrás alzar mis ojos
hacia el llanto,
Secar mi lengua, amordazar
mi canto,
Sajar mi corazón y
desguazarme .
Podrás entre tus rejas
encerrarme
Destruir los castillos que
levanto,
Ungir todas mis horas con
tu espanto.
Pero nunca podrás acorralarme.
Puedo amar en el potro de
tortura.
Puedo reír cosido por tus
lanzas.
Puedo ver en la oscura
noche oscura.
Llego, dolor, a dónde tu
no alcanzas,
Yo decido mi sangre y su
espesura.
Yo soy el dueño de mis
esperanzas.
Mis ojos, mis pobres ojos
Mis ojos, mis pobres ojos
Que acaban de despertar
Los hiciste para ver,
No sólo para llorar.
Haz que sepa adivinar
Entre las sombras la luz,
Que nunca me ciegue el mal
Ni olvide que existes tú.
Que cuando llegue el
dolor,
Que yo sé que llegará,
No se me enturbie el amor
Ni se me nuble la paz.
Sostén ahora mi fe,
Pues, cuando llegue a tu
hogar,
Con mis ojos te veré
Y mi llanto cesará. Amén.
¿Qué has hecho de mí?
¿Qué has hecho de mí, pues
a desierto
Me sabe todo amor cuando
te has ido?
Tú lo sabes muy bien; yo
siempre he sido
Un mendigo de amor en cada puerto.
Tendí mi mano en el camino
incierto
De la belleza humana:
cualquier nido
Podía ser mi casa; y he
pedido
Tantos besos que tengo el
labio muerto.
Y ahora todo es sal. Me
sabe a tierra
El pobre corazón. Estoy
vacío.
El calor de un abrazo es
calor frío.
Pues tu amor me redime y
me destierra
Y sé que mientras Tú no
seas mío
Hasta la paz va a
parecerme guerra.
Como el niño
Como el niño que no sabe
dormirse
Sin cogerse de la mano de
su madre,
así mi corazón viene a
ponerse
sobre tus manos al caer la
tarde.
Como el niño que sabe que
alguien vela
Sus sueño de inocencia y
de esperanza,
Así descansará mi alma
segura
Sabiendo que eres Tú quien
nos aguarda.
Tu endulzarás mi última
amargura,
Tu aliviarás el último
cansancio,
Tu cuidarás los sueños de
la noche,
Tu borrarás las huellas de
mi llanto.
Tú nos darás mañana
nuevamente
La antorcha de la luz y la
alegría
Y, por las horas que te
traigo muertas
Tú me darás una mañana
viva.
Lo que veo
Ahora que estamos solos,
Cristo,
Te diré la verdad: Señor,
no creo
¿Cómo puedo creerme lo que
veo,
Si la fe es creer lo que
no he visto?
Si oigo tú voz en mí,
¿cómo resisto?
¿Cómo puedo buscar si te
poseo
Si te mastico, si te
saboreo?
Esta es mi fe: Comulgo,
luego existo.
No tendré que saltar sobre
el vacío
Para llegar al borde de
tus manos
O poner en tu pecho mi
cabeza.
Más dentro estás de mí que
lo más mío
Conozco más tu voz que a
mis hermanos
Que es más cierta tu fe
que la certeza.
En medio de la sombra y de la herida
En medio de la sombra y de
la herida
Me preguntan si creo en
Ti. Y digo
Que tengo todo cuando
estoy contigo
El sol, la luz, la paz, el
bien, la vida.
Sin ti el sol es luz
descolorida
Sin ti la paz es un cruel
castigo
Sin ti no hay bien ni
corazón amigo.
Sin ti la vida es muerte
repetida.
Contigo el sol es luz
enamorada
Y contigo la paz es paz
florida.
Contigo el bien es casa
reposada
Y contigo la vida es
sangre ardida.
Pues si me faltas Tú no tengo nada:
Ni sed, ni luz, ni paz, ni
bien, ni vida.
Nada ni nadie
Nadie estuvo más solo que
tus manos
Perdidas entre el hierro y
la madera;
Más cuando el pan se
convirtió en hoguera
Nada estuvo más lleno que
tus manos.
Nadie estuvo más muerto
que tus manos
Cuando, llorando, las besó
María;
mas cuando el Vino
ensangrentado ardía
Nada estuvo más vivo que
tus manos.
Nada estuvo más ciego que
mis ojos
Cuando creí mi corazón
perdido
En un ancho desierto sin
hermanos.
Nadie estaba más ciego que
mis ojos.
Grité, Señor, porque te
habías ido
Y Tú estabas latiendo
entre mis manos.
Cuando tus manos – y mis manos- tiendo
Cuando mis manos- y tus
manos- tiendo
Sobre el altar, y toco la
cruenta
Sangre de tu pasión, siete
y setenta
Veces digo que estoy – y
estás- fingiendo.
Cuando tus manos – y mis
manos – vendo
Por treinta gramos de
placer, por treinta,
Pienso que hemos errado
nuestra cuenta
Y que me estás – y que te
estoy –mintiendo.
Cuando mis manos tiendo
hacia tu hondura,
Cunado tus manos tiendo
hacia el pecado
No sé quién es – si Tú si
yo- quien obra.
No más. No más. Acaba la
impostura:
O me quitas la carne que
me has dado
O me tienes que dar cuanto
te sobra.
No temáis al amor
No temáis al amor (nos
dice Dios),
No tengáis miedo a lo
mejor que hice
Cuando construí el mundo.
Tened miedo más bien a
enturbiarlo
A enlodarlo, a ajarlo y marchitarlo.
Eso sí que sería una
tragedia.
Sería como ensuciar mi
creación.
Porque el amor es la cosa
más bella.
A San Juan Bautista
Y saltó el pequeño Juan
En el seno de Isabel.
Duerme en el tuyo Jesús.
Todos se salvan por él.
Cuando el ángel se alejó
María salió al camino.
Dios ya estaba entre los
hombres.
¿Cómo tenerle escondido?
Ya la semilla de Dios
Crecía en su blando seno.
Y un apóstol no es apóstol
Si no es también mensajero
Pastor
Pastor que, sin ser
pastor,
al buen Cordero nos
muestras,
precursor que, sin ser
luz,
nos dices a dónde llega,
enséñanos a enseñar
la fe desde la pobreza.
Tú que traes un bautismo
Que es poco más que
apariencia
Y al que el Cordero más
puro
Baja buscando pureza,
Enséñame a difundir
Amor desde mi tibieza.
Tú que sientes como yo
Que la ignorancia no llega
Ni a conocer al Señor
Ni a desatar sus correas,
Enséñame a propagar
La fe desde mi torpeza.