miércoles, 12 de octubre de 2016





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JOSÉ  MARÍA   PEMÁN (Cádiz, 1897- 1981)

Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro, novelista, poeta, dramaturgo  y ensayista. Miembro de la Real Academia de la Lengua española, del Consejo Nacional de Falange y, posteriormente, del Consejo privado del Conde de Barcelona.
  De profundas convicciones católicas, compaginó una fecunda  vida familiar – tuvo diez hijos- con una activa presencia en los distintos círculos políticos y culturales de la época franquista, tanto en España como en el extranjero.


Yo no soy flor nacida para todos los vientos,
Ni camino perdido para todos los pasos.
Yo no soy pluma suelta de destino y acasos
Y arrojada a los aires cual despojo maldito.
Yo he nacido a la sombra de un mandato infinito,
De un misterio fecundo,
Donde en letras de estrellas mi sendero está escrito.
Yo he venido a la vida con un nombre bendito.
Yo no soy  hospiciano de las patrias del mundo.
                      


Señor: yo sé de la belleza
Tuya, porque es igual
Al hueco que en mi espíritu
Tiene escarbada la  inquietud sin paz.

Te conozco, Señor, por lo que siento
que me sobra en deseo y en afán:
porque el vacío de mi descontento
tiene el tamaño de tu inmensidad!.
Ay, quien me diera una palabra nueva,
Virgen como la aurora, para
Nombrar al Dios de la Verdad, con ella!
Una palabra exacta: que tuviera,
Como el prado con lluvia, una infinita
Ternura blanda y una
Clarísima belleza.

Y repetir esta palabra siempre:
Con las esquilas de la madrugada
Y, en el atardecer, con las hogueras!...

Y hacer así de esta palabra bella
Profesión y ejercicio
Y oración y poema…

Y que mi muerte fuera
Como un cuajarse, entre labios,
Esa Palabra única y sola:
Rosa ya sin invierno,
Frente a una eternidad con sol, abierta!
                          





Yo tenía
Tanta rosa de alegría,
Tanto lirio de pasión,
Que entre mano y corazón
El Niño no me cabía…

Dejé  la rosa primero.
Con una mano vacía
-Noche clara, alba fría-
Me eché a andar por el sendero.

Dejé los lirios después.
Libre de mentiras bellas,
Me eché a andar tras las estrellas
Con sangre y nieve en los pies.

Y sin aquella alegría,
Pero con otra ilusión,
Llena la mano y vacía,
Como Jesús me cabía
-y cómo me sonreía-
entre mano y corazón!.

POR LOS TEJADOS DEL ALMA


Por los tejados del alma
Mojados de sol y Gracia
Me han nacido flores blancas.

Se acuesta el aire en mi altura
En lechos de flor y lluvia.
Se peina de luz mi angustia.

En cada cosa, su ansia:
Su sol, su risa, su Gracia.
El toque que la hace exacta!

Con el sol que ahora tiene
Qué exacta está la hoja verde!
Y yo con mi Sol… qué alegre!


 SEÑOR, YO SE QUE EN LA MAÑANA PURA           
               
Señor: yo sé que en la mañana pura
De este mundo, tu diestra generosa
Hizo la luz antes que toda cosa
Porque todo tuviera su figura.

Yo sé que se refleja  la segura
Línea inmortal del lirio y de la rosa
Mejor que la embriagada y temerosa
Música de los vientos en la altura.

Por eso yo celebro en el frío
Pensar exacto a la verdad sujeto
Y en la ribera sin temblor del río;

Por esto yo te adoro, mudo y quieto:
Y por eso, Señor, el dolor mío
Por llegar hasta Ti se hizo soneto. Amén.
 
               YO NO QUIERO MORIR             
                             
Yo no quiero morir: porque la muerte
Con mi vida acabará mis dolores;
Y no quiero, Señor, que mis amores
No tengan ya dolores que ofrecerte.

Yo no quiero morir: porque este día
Terminará esta lucha en que ahora peno.
Y yo aspiro  la gloria de ser bueno
Cuando puedo ser malo todavía.

Quiero la vida, sí, por emplearla
En lo único que puede ennoblecerla,
Por ponerla, Señor, a tu servicio!,

Por el goce interior de despreciarla!,
Por la gloria sublime de ofrecerla,
Como Tú la ofreciste ,en sacrificio!.


Te busqué  entre las cosas
Como un soplo de viento
Entre  las cañas del trigal dorado.
Te busqué por los cielos
Como la luz que llena los espacios.
Por el mar te busqué como un murmullo
Sin principio ni fin; por el arcano
De mi ser sin quietud, como el deseo
Sin nombre; por los altozanos
De mi pensar, como la luz dorada
Del sol poniente; por el verbo vano
Del lenguaje sonoro, como un nombre
Tejido de campanas y de salmos.

                                    SAMARITANA

Cuando iba al pozo por agua
A la vera del brocal
Hallé a mi Dicha sentada.
-Samaritana:
¿dónde están los ungüentillos
De nardos que te aromaban?,
¿dónde  la linda sortija
Y dónde las arracadas?
¿Dónde los cinco maridos
Que tu amor enamoraban?

-Hallé mi Dicha sentada
A la vera del brocal,
Cuando al pozo iba por agua.

Ay, samaritana mía,
Si tú me dieras del agua
Que bebiste aquel día ¡…

Toma el cántaro y ve al pozo:
No me pidas a mí el agua,
Que a la vera del brocal
La Dicha sigue sentada.

                                              
ORACIÓN

Yo sé que estás conmigo, porque todas
las cosas se me han vuelto claridad:
porque tengo la sed y el agua juntas
en el jardín de mi sereno afán.

Yo sé que estás conmigo, porque he visto
En las cosas tu sombra, que es la paz;
Y se me han aclarado las razones
de los hechos humildes, y el andar
por el camino blanco, se me ha hecho
un ejercicio de felicidad.

No he sido arrebatado sobre nubes
ni he sentido tu voz, ni me he salido
del prado verde donde suelo andar...
¡otra vez, como ayer, te he conocido
por la manera de partir el pan!
  
                                                                
QUE MI ORACIÓN FLORIDA  CREZCA

Que mi oración florida crezca
A la orilla, no al fondo, del abismo:
Y que el sol que yo espero me amanezca
Por las más altas cumbres de mí mismo.

Hombre y Dios, yo te canto por las solas
Luces de mi sentido enajenado.

Tu serena verdad me la ha enseñado
El dulce bulto de las amapolas.

Yo andaré, si lo mandas, por las olas,
Si te tengo – Hombre y Dios- vivo, a mi lado.
Quiero que me canción para Ti sea,
Sin nube, ni temblor de arrobamiento,

La canción inefable de la Idea
En el arpa sin sol del Pensamiento.

                             
 Stabat Mater dolorosa
Juxta crucem lacrimosa.

Estaba la Dolorosa
Junto al leño de la Cruz.
Qué alta palabra de luz!
Qué manera tan graciosa
De enseñarnos la preciosa
Lección del callar doliente!
Tronaba el cielo rugiente.
La tierra se estremecía.
Bramaba el agua…María
Estaba, sencillamente.



RESIGNACIÓN

Por eso, Dios y Señor,
porque por amor me hieres,
porque con inmenso amor
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres

Porque sufrir es curar
las llagas del corazón;
porque sé que me has de dar
consuelo y resignación
a medida del pesar;

por tu bondad y tu amor,
porque lo mandas y quieres,
porque es tuyo mi dolor...,
¡bendita sea, Señor,
la mano con que me hieres!

                                                                 
  
No se acercan a Ti porque hueles a flores
Del valle; y tus amores
Señor, son un clarísimo destello.
No se acercan a Ti porque eres bello
Y tienen miedo a que los enamores.

No te odian. Tienen miedo a la serena
Mirada de tus ojos que no engaña.
No quieren pelear con la azuzena.
Y les asusta el silbo de la caña.

Pudieran batallar mano con mano
Y no dudaran en batallar contigo;
Mas temen que tu  hechizo sobrehumano
Haga amistades con el enemigo.

Temen subir a lo alto de la roca
Por no perder, arriba, el albedrío.
Les acobarda, Señor mío,
Su misma pasión loca.

Tan sediento anda el mundo de tu boca
Que le da miedo, a tanta sed, el río! Amen

                                                               
ORACIÓN DEL AÑO NUEVO

Señor: para estos días
de Año Nuevo te pido
antes que la alegría,
antes que el gozo claro y encendido,
antes que la azucena
y que las rosas,
una curiosidad ancha y serena,
un asombro pueril frente a las
cosas...

Quiero que ante el afán de
mi mirada,
enamorada y pura,
todo tenga un misterio de
alborada
que me deslumbre a fuerza
de blancura.

Quiero ser el espejo con que
el río
convierte en gozo nuevo la
ribera:
quiero asombrarme del estío
y enamorarme de la primavera.

Señor y Padre mío:
dame el frescor de esta pradera llana,
riégame del rocío
de tu mejor mañana.

Hazme nuevo, Señor,
y ante el cielo, y los campos, y la flor,
haz que mi asombro desvelado diga:

Señor: ésta es la rosa, ésta es la
espiga...
¡y esto que llevo dentro es el amor!
                               



                                                              



De rodillas, Señor, ante el sagrario,
Que guarda cuánto queda de amor y de unidad.
Venimos con las flores de un deseo,
Para que nos las cambies en frutos de verdad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.

Como ciervos sedientos, que van hacia la fuente,
Vamos hacia tu encuentro, sabiendo que vendrás;
Porque el que la busca es porque ya en la frente
Lleva un beso de paz.

Como estás,  mi Señor, en la custodia
Igual que la palmera que alegra el arenal,
Queremos que en el centro de la vida
Reine sobre las cosas tu ardiente caridad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.




                                 

domingo, 11 de septiembre de 2016

JOSE LUIS MARTIN DESCALZO





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JOSE LUIS MARTIN DESCALZO 

(Madridejos 1930- Madrid 1991)

Sacerdote, poeta, dramaturgo, novelista, periodista. Nació en el seno de una familia profundamente cristiana: ”Comíamos amor cada mañana, rebanadas de alma”, decía. 

A los 12 años ingresó en el Seminario de Valladolid y fue ordenado sacerdote. Padecía una grave enfermedad cardíaco –renal que le obligó a estar sometido a diálisis muchos años.  José Luis Martín Descalzo confesaba: “Soñé, a lo largo de mi vida, muchas cosas. Ahora sé que sólo salvaré mi existencia amando; que los únicos trozos de mi alma que habrán estado verdaderamente vivos serán aquellos que invertí en querer y ayudar a alguien. ”.


Su testamento poético

 Soneto sobre la muerte

Y entonces vio la luz. La luz que entraba
Por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
Y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
Y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
Ver al Amor sin enigmas ni espejos
Descansar de vivir en la ternura;

Tener la paz, la luz, la casa juntas
Y hallar, dejando los dolores lejos,
La Noche-luz tras tanta noche oscura.



Nunca podrás dolor acorralarme

Nunca podrás, dolor, acorralarme.
Podrás alzar mis ojos hacia el llanto,
Secar mi lengua, amordazar mi canto,
Sajar mi corazón y desguazarme .

Podrás entre tus rejas encerrarme
Destruir los castillos que levanto,
Ungir todas mis horas con tu espanto.
Pero nunca  podrás acorralarme.

Puedo amar en el potro de tortura.
Puedo reír cosido por tus lanzas.
Puedo ver en la oscura noche oscura.

Llego, dolor, a dónde tu no alcanzas,
Yo decido mi sangre y su espesura.
Yo soy el dueño de mis esperanzas.

Mis ojos, mis pobres ojos

Mis ojos, mis pobres ojos
Que acaban de despertar
Los hiciste para ver,
No sólo para llorar.

Haz que sepa adivinar
Entre las sombras la luz,
Que nunca me ciegue el mal
Ni olvide que existes tú.

Que cuando llegue el dolor,
Que yo sé que llegará,
No se me enturbie el amor
Ni se me nuble  la paz.

Sostén ahora mi fe,
Pues, cuando llegue a tu hogar,
Con mis ojos te veré
Y mi llanto cesará. Amén.


¿Qué has hecho de mí?

¿Qué has hecho de mí, pues a desierto
Me sabe todo amor cuando te has ido?
Tú lo sabes muy bien; yo siempre he sido
Un mendigo  de amor en cada puerto.

Tendí mi mano en el camino incierto
De la belleza humana: cualquier nido
Podía ser mi casa; y he pedido
Tantos besos que tengo el labio muerto.

Y ahora todo es sal. Me sabe a tierra
El pobre corazón. Estoy vacío.
El calor de un abrazo es calor frío.

Pues tu amor me redime y me destierra
Y sé que mientras Tú no seas mío
Hasta la paz va a parecerme guerra.

Como el niño

Como el niño que no sabe dormirse
Sin cogerse de la mano de su madre,
así mi corazón viene a ponerse
sobre tus manos al caer la tarde.

Como el niño que sabe que alguien vela
Sus sueño de inocencia y de esperanza,
Así descansará mi alma segura
Sabiendo que eres Tú quien nos aguarda.

Tu endulzarás mi última amargura,
Tu aliviarás el último cansancio,
Tu cuidarás los sueños de la noche,
Tu borrarás las huellas de mi llanto.
Tú nos darás mañana nuevamente
La antorcha de la luz y la alegría
Y, por las horas que te traigo muertas
Tú me darás una mañana viva.

Lo que veo

Ahora que estamos solos, Cristo,
Te diré la verdad: Señor, no creo
¿Cómo puedo creerme lo que veo,
Si la fe es creer lo que no he visto?

Si oigo tú voz en mí, ¿cómo resisto?
¿Cómo puedo buscar si te poseo
Si te mastico, si te saboreo?
Esta es mi fe: Comulgo, luego existo.

No tendré que saltar sobre el  vacío
Para llegar al borde de tus manos
O poner en tu pecho mi cabeza.

Más dentro estás de mí que lo más mío
Conozco más tu voz que a mis hermanos
Que es más cierta tu fe que la certeza.

En medio de la sombra y de la herida

En medio de la sombra y de la herida
Me preguntan si creo en Ti. Y digo
Que tengo todo cuando estoy contigo
El sol, la luz, la paz, el bien, la vida.

Sin ti el sol es luz descolorida
Sin ti la paz es un cruel castigo
Sin ti no hay bien ni corazón amigo.
Sin ti la vida es muerte repetida.

Contigo el sol es luz enamorada
Y contigo la paz es paz florida.
Contigo el bien es casa reposada
Y contigo la vida es sangre ardida.

Pues si me faltas Tú  no tengo nada:
Ni sed, ni luz, ni paz, ni bien, ni vida.

Nada ni nadie

Nadie estuvo más solo que tus manos
Perdidas entre el hierro y la madera;
Más cuando el pan se convirtió en hoguera
Nada estuvo más lleno que tus manos.

Nadie estuvo más muerto que tus manos
Cuando, llorando, las besó María;
mas cuando el Vino ensangrentado ardía
Nada estuvo más vivo que tus manos.

Nada estuvo más ciego que mis ojos
Cuando creí mi corazón perdido
En un ancho desierto sin hermanos.

Nadie estaba más ciego que mis ojos.
Grité, Señor, porque te habías ido
Y Tú estabas latiendo entre mis manos.

Cuando tus manos – y mis manos- tiendo

Cuando mis manos- y tus manos- tiendo
Sobre el altar, y toco la cruenta
Sangre de tu pasión, siete y setenta
Veces digo que estoy – y estás- fingiendo.

Cuando tus manos – y mis manos – vendo
Por treinta gramos de placer, por treinta,
Pienso que hemos errado nuestra cuenta
Y que me estás – y que te estoy –mintiendo.

Cuando mis manos tiendo hacia tu hondura,
Cunado tus manos tiendo hacia el pecado
No sé quién es – si Tú si yo- quien obra.

No más. No más. Acaba la impostura:
O me quitas la carne que me has dado
O me tienes que dar cuanto te sobra. 


No temáis al amor

No temáis al amor (nos dice Dios),
No tengáis miedo a lo mejor que hice
Cuando construí el mundo.

Tened miedo más bien a enturbiarlo
A enlodarlo,  a ajarlo y marchitarlo.

Eso sí que sería una tragedia.
Sería como ensuciar mi creación.

Porque el amor es la cosa más bella.


A San Juan Bautista

Y saltó el pequeño Juan
En el seno de Isabel.
Duerme en el tuyo Jesús.
Todos se salvan por él.

Cuando el ángel se alejó
María salió al camino.
Dios ya estaba entre los hombres.
¿Cómo tenerle escondido?

Ya la semilla de Dios
Crecía en su blando seno.
Y un apóstol no es apóstol
Si no es también mensajero

Pastor

Pastor que, sin ser pastor,
al buen Cordero nos muestras,
precursor que, sin ser luz,
nos dices a dónde llega,
enséñanos a enseñar
la fe desde la pobreza.

Tú que traes un bautismo
Que es poco más que apariencia
Y al que el Cordero más puro
Baja buscando pureza,
Enséñame a difundir
Amor desde mi tibieza.

Tú que sientes como yo
Que la ignorancia no llega
Ni a conocer al Señor
Ni a desatar sus correas,
Enséñame a propagar
La fe desde mi torpeza.


lunes, 5 de septiembre de 2016

GERARDO DIEGO

                                         GERARDO DIEGO  ( 1896-1987)


                                
Poeta y escritor perteneciente a la generación del 27. Nacido en Santander, estudió en la Universidad de Deusto. Desde 1920 fue CAtedrático de Lengua y Literatura española en Institutos de Soria, Gijón y, después de la guerra en Madrid.                                          

  Al estallar la guerra civil del 1936   tomó parte por el bando franquista. DEsde 11947 miembro de la REal Academia de la Lengua , recibió el Premio Cervantes en 1979 . 







A donde va cuando se va, la llama?

 ¿A donde se va cuando se va la llama?                               
 ¿A dónde va, cuando se va la rosa?
 ¿Qué regazo, qué esfera deleitosa,
 ¿Qué amor de Padre la alza y la reclama?

 Esta vez, como aquella 
 El Hijo ascendió al Padre en pura flecha.
Hoy va la Madre al Hijo derecha
al Uno y Trino, al Trono en su recinto.

Por eso el aire, el cielo, rasga, horada,
Profundiza en columna que no cesa,
Se nos va, se nos pierde, pincelada
De espuma azul en el azul sorpresa.

No se nos pierde, no; se va y se queda.
Coronada de cielos, tierra añora
Y baja en descensión de Mediadora,
Rampa de amor, dulcísima vereda.



QUIERO CREER

Porque, Señor, yo te he visto
y quiero volverte a ver
quiero creer.
Te vi, sí, cuando era niño
y en agua me bauticé,
y, limpio de culpa vieja,
sin verlos te pude ver.
Quiero creer.
Devuélveme aquellas puras
transparencias de aire fiel,
devuélveme aquellas niñas
de aquellos ojos de ayer.
Quiero creer.
Limpia mis ojos cansados,
deslumbrados del cimbel,                               
.


lastra de plomo mis párpados
y oscurécemelos bien.
Quiero creer.
Ya todo es sombra y olvido
y abandono de mi ser.
Ponme la venda en los ojos.
Ponme tus manos también.
Quiero creer.
Tú que pusiste en las flores rocío,
y debajo miel,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe.
Quiero creer.


MARTA Y MARIA

Marta tenía razón
y la tenía María.
María, la mejor parte
y la menos buena -prisa,
humillación, tempestades
de alma que duda y trajina-
la menos buena, sí, Marta,
pero su parte tenía.
La razón no es corazón
aunque en habla de Castilla
se arrimen las dos palabras
a sonar casi la misma,
como el Pisuerga y el Duero
sumidos ya en Tordesillas.
El corazón no se parte
como la mente o la vida,
como la rueda de oficios
en el pozo o la cocina.
El corazón se da entero.
Entero lo da María.
Entero lo dará Marta,
pero en su afán distraída
tardará un poco en la entrega,
ella, la puntual, limpísima.
Activa en la tierra Marta,
María contemplativa
en unos ojos que el cielo
nos remueven cuando miran,
María quebrando el pomo
de alabastro en las rodillas
y redundando de aromas
gloriosos toda Betania
que a amor nuevo trascendía:
dos corazones enteros
y una razón compartida.
Y Lázaro entre dos muertes,
el varón que ya sabía,
sonreía a sus hermanas,
de pie en el rincón, enigma.







Poemas extraídos de www. devocionario.com